Hijo de Eolo, fundó la ciudad de Corinto de la que fue rey. Destacó por su astucia e ingenio.
Rodeó toda su ciudad con grandes murallas para que los viajeros tuvieran que pagar por pasar por allí.
Tenía muchos rebaños y su vecino Autólico le robaba las vacas. El dios Hermes había concedido a Autólico el don de convertir los toros en vacas y de cambiar el color de blanco a rojo, así Autólico robaba a Sísifo los toros blancos y los convertía en vacas rojas. Sísifo veía como su rebaño era cada día más pequeño y el de Autólico cada vez más numeroso por lo que empezó a sospechar y se le ocurrió la idea de grabar en las pezuñas de sus vacas la frase «me ha robado Autólico», de esta manera pudo demostrar que le estaban robando. Admirado Autólico de la inteligencia de Sísifo le entregó a su hija Anticlea para que
tuviera hijos tan astutos como Sísifo.
El ingenio de Sísifo también pudo con los mismísimos dioses del Olimpo, aunque al final le costó la vida. Un día que Sísifo estaba en su palacio vio pasar un enorme águila que llevaba entre sus garras una hermosa mujer. El águila era el dios Zeus que había raptado a la bella Egina hija de Asopo, dios de los ríos. Al rato llegó Asopo y le pidió a Sísifo que le ayudara a encontrar a su hija. Entonces Sísifo le dijo a Asopo que le diría el nombre de la persona que había raptado a su hija si a cambio creaba un río en la colina donde estaba construyendo la ciudad de Corinto. Asopo así lo hizo y Sísifo le contó hacia donde se había dirigido Zeus. Cuando Asopo los encontró, Zeus salió corriendo y se transformó en roca para poder escapar de Asopo.
El castigo de Zeus a Sísifo por su traición fue terrible, lo condenó a muerte y envió a su hermano Hades a buscarlo para llevárselo al país de los muertos. Pero Sísifo engañó también a Hades y cuando éste intentó ponerle unas esposas le preguntó:
- ¿Qué son esos brazaletes metálicos?
Y Hades le contestó:
- Son unas esposas y sirven para encadenar a los presos.
Sísifo le dijo:
- Por favor, enséñame como funcionan.
Hades se puso las esposas a sí mismo y Sísifo aprovechó para escapar.
Zeus liberó a Hades y mandó otra vez a Sísifo al reino de los muertos.
Pero Sísifo le dijo a su mujer que cuando muriese no le hiciese ningún funeral y cuando llegó al país de los muertos se quejó a la diosa Perséfone de que su familia ni siquiera había tenido tiempo para enterrarle y le pidió que le dejara volver a la tierra para poder preparar su entierro. Perséfone le dejó marchar diciéndole:
- Muy bien puedes irte a arreglar tus cosas, pero vuelve mañana sin falta.
Pero Sísifo no volvió en mucho tiempo.
Finalmente Hermes lo llevó nuevamente al reino de los muertos donde se le condenó a subir una enorme roca a lo alto de una colina, pero, cuando está casi a punto de llegar a la cima, se le escapa y tiene que empezar de nuevo a subir la piedra y así durante toda la eternidad.
(Se cuenta en el Olimpo que la roca que Sísifo tiene que empujar es exactamente igual a la roca en la que se transformó Zeus para que no lo descubriera Asopo, padre de Egina).
«Los Dioses condenaron a Sísifo a empujar eternamente una roca hasta lo alto de una montaña, desde donde la piedra volvía a caer por su propio peso. Pensaron, con cierta razón, que no hay castigo más terrible que el trabajo inútil y sin esperanza.»
Albert Camus