(Viajes de Ulises)
Hermes, el mensajero de los dioses, se dirige a la isla de Calipso y le transmite las órdenes de Zeus.
Calipso no tiene más remedio que obedecer y le da a Ulises las herramientas necesarias para que construya una balsa. Durante cuatro días trabajó Ulises sin descanso hasta que terminó de prepararlo todo. Calipso dió a Ulises un odre de agua, otro de vino y un zurrón con provisiones, hizo soplar una ligera brisa y lo despidió.
Lleno de alegría Ulises dejó la isla Ogigia, estuvo navegando en alta mar durante diecisiete días, hasta que el día decimoctavo avistó las costas de Feacia. Pero en ese momento Poseidón regresaba de su viaje del país de sus amigos, los negros de Etiopía, y vio a Ulises acercándose a la costa. Poseidón encolerizado envió una gran ola contra la balsa y la hizo volcar. Ulises cayó al agua, aunque con gran esfuerzo consiguió salir del fondo del mar y subirse otra vez a la balsa, entonces Poseidón hizo soplar todos los vientos del mar, el Bóreas, el Euro, el Noto y el Céfiro, los cuales empujaron de un lado a otro la balsa de Ulises sin dejarle llegar a tierra.
Durante dos días y dos noches estuvo Ulises a merced de las olas hasta que la diosa Atenea cerró el paso a los vientos y calmó el mar. Ulises llegó agotado a las playas de Feacia, buscó refugio debajo de un olivo y se durmió tapándose con hojas secas.
Cuando estaba a punto de amanecer la diosa Atenea se dirigió al palacio de Alkinoo, rey de los feacios, y encontró a la hija del rey, la hermosa princesa Nausicaa, durmiendo. Entonces tomó la forma de una de las amigas de la princesa y le dijo:
- ¡Nausicaa, está muy cerca el día de tu boda!, tienes que ir al río a lavar tus vestiduras y las de tu familia.
Y dicho esto Atenea desapareció y volvió al Olimpo. Nausicaa se despertó recordando lo que había soñado y corrió a pedirle permiso a su padre para ir al río, a los lavaderos que estaban junto al mar que bañaba las costas de los feacios.
En un carro tirado por dos mulas Nausicaa se dirigió al río con varias de sus esclavas llevando los vestidos de toda su familia. Su madre les dio un odre de vino y una cesta llena de comida para que pudieran estar todo el día junto al mar.
Cuando llegaron al mar las esclavas sacaron las ropas del carro y, después de lavarlas, las extendieron sobre la arena de la playa. Mientras los vestidos se secaban Nausicaa y sus esclavas se bañaron y comieron.
Después de comer se pusieron a jugar a la pelota. El griterío de las muchachas despertó a Ulises que dormía cerca de allí. La visión de Ulises desnudo, sucio, lleno de salitre y con el cuerpo curtido por el mar asustó a todas las mujeres, que salieron corriendo, excepto la princesa Nausicaa que permaneció de pie ante Ulises.
Ulises intentó explicar su situación a la princesa:
- Hermosa muchacha, durante veinte días he luchado contra el mar hasta que pude llegar a esta playa. Te ruego que me des algo para cubrir mi desnudez y me indiques como puedo llegar a la ciudad.
- Extranjero, respondió la princesa, estás en Feacia, yo soy Nausicaa la hija de Alkinoo, rey de los feacios, y en este país no te faltará ni ropa ni ninguna otra cosa porque los feacios sabemos tratar a las personas necesitadas. Y diciendo esto llamó a las esclavas y les ordenó que dieran de comer y beber a Ulises, le bañaran y le proporcionaran vestiduras.
Cuando Ulises llegó a la ciudad de los feacios lo primero que hizo fue dirigirse al palacio y presentarse ante la reina Arete y el rey Alkinoo para rogarles que le ayudaran a volver a Itaca, su patria.
El buen rey Alkinoo pensó que aquél náufrago lo había enviado el dios Zeus para probar su hospitalidad y la de todo su pueblo por lo que ordenó que se organizaran unas fiestas en honor de su huésped y que se preparara un barco con cincuenta y dos valientes y expertos remeros para llevar a Ulises a Itaca.
Durante dos días se celebraron banquetes y juegos deportivos en los que los feacios demostraron su habilidad en la poesía, la danza, la carrera y otros deportes. Los príncipes feacios obsequiaron a Ulises con lujosas vestiduras, gran cantidad de oro y valiosos regalos.